AMÉRICA LATINA: ENVEJECIMIENTO A LA EUROPEA CON DESIGUALDAD LATINOAMERICANA

Siguiendo los pasos de Europa, Latinoamérica está envejeciendo aceleradamente. Al tiempo que la esperanza de vida aumenta y nacen menos niños, la población de los países comenzará a disminuir.

Atrás quedaron los tiempos en que América Latina era calificada de joven. Su población vive un irremediable proceso de envejecimiento que, aunque todavía no llega a los niveles de Europa, va a seguir intensificándose.

“En el contexto de envejecimiento poblacional mundial, la región que todavía permanece con una estructura joven es África. Las otras están en un proceso de envejecimiento que, en el caso de América Latina es, de manera muy clara, firme e irreversible”, dice Ignacio Pardo, presidente de la Asociación Latinoamericana de Población (ALAP) y docente de la Universidad de la República, Uruguay.

Mientras en 1950 la edad promedio de la población en la región era de 19,8 años, en 2020 llegó a 31. El Reporte 2019 del Observatorio Demográfico de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) prevé 40,8 para 2050 y 49,6 para 2100.

Dos factores son determinantes: la extensión de la esperanza de vida y el descenso de la fecundidad. En palabras sencillas, las personas viven más y tienen menos hijos.

El mejoramiento de las condiciones de vida y los servicios de salud ha permitido llegar a edades cada vez mayores. En el quinquenio 1950-1955 la esperanza de vida en la región era de 51 años. Para fines del siglo XX ya iba en 70 y actualmente está en 75,5, según CEPAL. Para 2050 proyecta que los latinoamericanos vivirán en promedio hasta los 80 y hacia 2100 podrían llegar a 86.

Con esta esperanza de vida, América Latina supera el promedio a nivel mundial actual (72,6 años) y se ubica en segundo lugar, detrás Europa (78,6 años), mientras que Asia figura con 73,6 y África con 63,2.

Cada vez menos hijos

Pero más determinante aún ha sido la caída progresiva de los nacimientos. “América Latina, como el mundo, presenta una disminución de la fecundidad fundamentalmente explicada por el aumento del nivel de escolaridad en las mujeres y el incremento en el acceso a la anticoncepción moderna”, indica a DW el profesor Rafael Lozano, director de Sistemas de Salud del Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (IHME), de la Universidad de Washington.

Según CEPAL, mientras en el período 1955-1960 la tasa de fecundidad era de 5,85 -es decir, en promedio cada mujer tenía casi seis hijos-, en el quinquenio 2015-2020 cayó a 2,04. La proyección indica que, a partir de 2040, nacerán 1,7 niños por mujer.

Estos fenómenos han hecho que la estructura de la población cambie dramáticamente, lo que es evidente al comparar el porcentaje de niños hasta 15 años versus el segmento de los mayores de 65. Hace setenta años, los menores eran más de diez veces más numerosos que los ancianos. Pero la proporción ha ido cambiando y hacia fines de este siglo los adultos mayores irán camino a triplicar a los niños.

Lozano advierte sobre las repercusiones económicas y sociales, pues los menores de 15 y mayores de 65 dependen de lo que otros trabajan. “Si la sociedad se desbalancea empieza a tener problemas de cómo enfrentar la subsistencia”, indica. Algunos países resuelven la necesidad de mano de obra con la migración, que tiene efectos productivos y en la fecundidad, pues habitualmente las familias migrantes tienen más hijos.

Los expertos coinciden en que las políticas pro-natalistas no son recomendables, pues podrían hacer retroceder los avances en derechos de la mujer. “Los fenómenos que vemos, la gente viviendo más años y teniendo menos hijos, son buenas noticias. Son reflejo del desarrollo de los países y la posibilidad de la mujer de acceder a la educación y al mercado laboral”, destaca Pardo.

La baja fecundidad y el aumento del sector inactivo supondrá un desafío social y económico, que los gobiernos debieran tener en cuenta para fortalecer los sistemas de protección social y salud, los cuidados de la vejez y las pensiones.

¿América Latina se achica?

Si una pareja tiene dos hijos, asegura su reemplazo una vez que muera, lo que permite que el tamaño de la población se mantenga. Pero hace rato que los países latinoamericanos se encaminan hacia una tasa por debajo del reemplazo.

“El crecimiento cada vez menor de la población, resultante principalmente de la disminución de la fecundidad, llevará a la región a alcanzar su población máxima en 2058, con un total de 767,5 millones de personas”, señala el reporte 2019 de CEPAL, el cual estima que, a nivel mundial, no se prevé un crecimiento negativo en los próximos 80 años, a diferencia de América Latina y el Caribe, donde se proyecta una disminución de la población a partir de 2059.

Un reciente estudio del IHME, del cual Rafael Lozano es coautor, difiere en parte. “Algunos países van a seguir creciendo hasta el 2100, pero otros ya lo dejaron de hacer. En América Latina, sólo dos dejarán de crecer hacia el 2100, que son Panamá y Bolivia, pero el resto ya antes en diferentes momentos dejarán de aumentar su población”, dice el investigador.

“Cuba ya llegó a su cúspide y está bajando y El Salvador lo hará en menos de 10 años”, subraya Lozano. Entre los factores que influyen no sólo está la baja natalidad en el caso de Cuba, un país con un alto nivel de escolaridad y acceso a servicios de salud. También está “el componente de la migración. Tanto Cuba como El Salvador son países expulsores”, agrega.

“Al día de hoy ya hay siete países por debajo de la tasa de reemplazo: Cuba, Chile, Costa Rica, Uruguay, El Salvador, Brasil y Colombia. Y próximamente, les seguirán otros. Los que irán más lento son Perú y Bolivia, que lo van a hacer hasta después el 2050. Hay una heterogeneidad muy grande en la región”, señala Lozano.

La región de las desigualdades

Si bien América Latina sigue la tendencia de envejecimiento europea, al comparar entre países el panorama es diverso: mientras la esperanza de vida en Costa Rica es de 80 años, en Haití es de 64.

Lo mismo se observa al analizar cada país. “En muchos países la tasa de fecundidad está por debajo de los dos hijos por mujer, similar a países de Europa, y sin embargo el proceso tiene algunas diferencias. La principal es que los patrones demográficos reflejan la característica más importante de nuestra región, que es la desigualdad social”, afirma Pardo.

Aquí la variabilidad de la fecundidad según estrato social es mucho mayor que en Europa, tanto en la cantidad de hijos como en el calendario. El sociólogo uruguayo explica que los estratos más desaventajados tienen mayor cantidad de hijos y antes en el tiempo.

“Hay sectores que tienen niveles de fecundidad comparables con los más bajos del mundo y, en la misma sociedad, a veces a pocos kilómetros de distancia, vemos estratos donde la fecundidad alcanza valores de tres o cuatro hijos por mujer. Y aunque está empezando a cambiar, todavía vemos una fecundidad adolescente que no hay en Europa y que no está distribuida equitativamente a lo largo de toda la población, sino que se concentra en los estratos más pobres”, apunta el presidente de ALAP.

El experto observa que en América Latina “los promedios ocultan desigualdades. Detrás de la tasa global de fecundidad hay que ver cómo se construye ese promedio. Aquí conviven dos modelos demográficos bien distintos; eso es muy latinoamericano”, concluye.

¿Cuánto impactará el COVID?

La actual pandemia es tema inevitable al hablar de demografía. Se especula que podría tener impactos en dos sentidos: un incremento de embarazos debido a las cuarentenas, la dificultad de acceso a servicios de salud y métodos anticonceptivos, y, en una dirección contraria, la incertidumbre en el aspecto laboral y económico podría hacer descender la fecundidad.

Más allá de las especulaciones, aspectos como la sobremortalidad y el mayor fallecimiento de adultos mayores, así como los efectos en la fecundidad, serán materia de investigación, si bien hasta ahora la magnitud no es comparable con la de grandes guerras o pandemias del siglo XX, que supusieron modificaciones demográficas.

(Sala de Prensa con DW)

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