Macri pide el apoyo del peronismo moderado para reformar impuestos, pensiones y empleo en Argentina

Mauricio Macri empieza casi de inmediato a usar el gran capital político que acaba de obtener en las últimas elecciones legislativas, donde superó el 40% en todo el país y derrotó a Cristina Fernández de Kirchner en la provincia de Buenos Aires. El presidente argentino anunció un gran paquete de reformas con el que tratará de hacer de Argentina “un país ordenado”. Macri apuntó cambios de fondo sobre impuestos, pensiones, legislación laboral, competencia empresarial, barreras proteccionistas, justicia, reducción del déficit fiscal y de la inflación, bajada de costes de la política. El presidente tiene mucha fuerza después de las elecciones, pero sigue lejos de la mayoría absoluta en el Congreso. Por eso busca el apoyo de los peronistas moderados, sobre todo gobernadores provinciales, muchos de ellos presentes en el Centro Cultural Kirchner donde hablaba Macri, en un gesto político que aísla aún más al kirchnerismo y apunta hacia un periodo de reformas consensuadas al estilo de los Pactos de La Moncloa, siempre citados en Argentina como referente mundial de acuerdo para cambiar un país.

Macri dejó muy claro desde el primer momento que Argentina no es Brasil. No habrá un ajuste fuerte ni reformas impopulares impuestas rápidamente con protestas masivas en la calle, como sucede en el país vecino con Michel Temer, hundido en las encuestas mientras intenta reformar las pensiones y el mercado laboral. Macri tiene mucho más apoyo político que su vecino brasileño, pero no tiene intenciones de perderlo con reformas drásticas. Prefiere pactar con el peronismo moderado e ir poco a poco. Todo indica que tiene tiempo. En Argentina, después de las últimas elecciones, ya se ha instalado la idea de que Macri lo tendrá fácil para la reelección en 2019 mientras el peronismo se recompone. Esa confianza en la reelección es tan fuerte que Marcos Peña, mano derecha del presidente, explicó nada más terminar el discurso de Macri que la reforma más de fondo, la de las pensiones, se hará a lo largo de tres años, con largas discusiones entre expertos, mientras se van tomando decisiones puntuales “en la transición”. El presidente insistió en que el sistema actual “esconde serias inequidades y no es sustentable”.

El gran eje del discurso de Macri es que Argentina no puede seguir como ahora, porque es uno de los países más cerrados y menos competitivos del mundo. Con la excepción del campo, donde se aplica la tecnología más avanzada y se lograr exportar toda la producción, Argentina apenas logra exportar casi nada al mundo porque tiene unos costes de producción altísimos -Buenos Aires tiene precios por encima de Europa- y además los mercados cerrados. Macri tiene dos años ahora hasta las próximas elecciones para acelerar las reformas. Pero para eso tiene que empezar a tocar sectores clave. “Tenemos que empezar a ceder todos un poco”, les dijo a los gobernadores, los senadores, los sindicalistas y algunos de los principales empresarios del país. Pequeños grupos de organizaciones sociales estaban en la puerta con sus bombos para recordarle que en Argentina toda reforma, por pequeña que sea, implica protestas y coste político.

“Si no hay consensos básicos sobre el rumbo de nuestro país no habrá sustentabilidad, ni verdadera salida de la pobreza y la desigualdad. Se trata de ceder para poder crecer. Hay miradas reaccionarias y conservadoras que defienden privilegios”, explicó el presidente. “Es mentira que haya algo o alguien que quiere perjudicarnos”, lanzó. No es una frase casual. En Argentina hay hasta espectáculos de humor que juegan con el mito extendido de que los problemas del país derivan de la decisión de potencias extranjeras por impedir su desarrollo. Macri asegura que es al revés, son los argentinos los que hundieron a su país: “Lo que nos complica es nuestra tendencia a empantanarnos. Durante años los argentinos vivimos lamentándonos de nuestros errores. Nos ha costado construir un rumbo compartido, nos hemos mirado al ombligo permanentemente. Tenemos una cultura que premia la avivada. Pero los argentinos maduramos, entendimos que todos los problemas tienen solución y depende de nosotros”, clamó en un discurso muy optimista basado en su espectacular resultado electoral.

La primera reforma, que se presentará mañana, será la impositiva, con la intención de bajar impuestos. Después vendrán muchas otras y la más difícil será sin duda la laboral, que pone en guardia a los poderosos sindicatos argentinos. El presidente desgranó algunos datos que muestran la enorme tarea para ordenar un país lleno de pequeños centros de poder donde nadie se atreve a entrar, que él califica abiertamente de mafias. “La mafia en los juicios laborales es uno de los atrasos para crear empleo”, dijo abiertamente. “Tenemos que hacer que los ganadores no sean los que han obtenido privilegios con sobornos. Seremos implacables en la defensa de la competencia. No podemos seguir siendo uno de los países más cerrados del mundo”.

Macri quiere combatir otra idea extendida. La de que los ciudadanos no están preocupados por la corrupción mientras los gobiernos hagan obras. “Queremos erradicar la cultura del roban pero hacen. La sociedad ya no admite la impunidad”, clamó. Y cuando empezaron los ejemplos concretos, hubo miradas cómplices de los presentes. “La biblioteca del Congreso tiene 1.700 empleados. Es una estafa. La del congreso de Chile tiene 250. Hay legisladores provinciales que tienen más de 80 empleados cada uno. En el Consejo de la Magistratura, hay empleados que llevan cafés y tienen sueldos de más de 100.000 pesos (5.000 euros) por mes, y pueden tomarse dos años de licencia con goce de sueldo. En las universidades, en 10 años, la planta docente aumentó 30%, la matrícula solo el 13%. Tenemos 2.800 sindicatos en Argentina pero solo 600 firman paritarias [acuerdos salariales anuales]”.

Macri invitó así a los peronistas moderados a participar en la construcción de una Argentina moderna capaz de competir en el mundo y que deje de vivir del mercado interno de este país de inmensos recursos, como ha sucedido en los últimos años. El presidente, que pertenece precisamente a ese empresariado que vivió de esa Argentina cerrada y oscura -su padre es uno de los máximos exponentes de la llamada “patria contratista”, esto es grandes empresarios que vivieron del Estado- parece convencido de que ha llegado el momento de cambiar. “Es ahora o nunca. Somos la generación que está cambiando la Argentina para siempre”, clamó el presidente. Ahora queda la parte más difícil: pasar de las palabras a las decisiones.

 

Com El País

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